En muchas oportunidades suelo absorber todo tipo de información necesaria para entender qué es lo que estoy viviendo, o desde qué nuevo lugar lo puedo abordar. Hermosas, sabias y reconfortantes palabras son las que recibo, pero, ¿cómo las pongo en práctica?
En estas últimas dos o tres semanas mis conceptos de · v a l e n t í a · y · v a l o r · cambiaron radicalmente. Fue entonces cuando dejé de querer "ir a resolver" y decidí detenerme a observar qué y cómo estaba aprovechando mi presente.
Para mi sorpresa, el reconocimiento fue mayor de lo que esperaba, ya que mis expectativas eran muy bajas. Pues, hacerle frente a lo que no quiero forma parte de tomar valor para luego poder reconectar conmigo desde este nuevo lugar. Por eso, es que a través de lo que he venido practicando -espiritualmente por sobre todas las cosas- a mi tiempo y ritmo, pude concluir que para mi:
Ser valiente significa reconocerme como Totalidad... No como una parte "buena" y otra parte "mala", sino como toda yo.
Ser valiente es poder llevar mi Sentir a los pequeños actos cotidianos.
Ser valiente es decir las palabras que -en ocasiones- no pronuncio, para no generar conflictos.
Ser valiente es jugar con mis propias reglas. Y eso implica hacerme cargo de mi Misión en la Vida.
Ser valiente, significa aceptar que sí soy fuerte cuando tengo que serlo...
Pero, de mayor valentía es la acción de reconocer y aceptar toda mi fragilidad y vulnerabilidad.
Llevar valentía en nuestro andar cotidiano es respetarnos -y respetar- diciendo no cuando quiero decir no, y decir sí, cuando así lo deseo.
Ser valiente es jugármela por lo que amo y me apasiona. Venciendo las ataduras internas y desterrando esas falsas creencias que sostengo en mi mente.
Ser valiente no significa aguantarme todas las que se me vienen y mantenerme inquebrantable, eso es una vieja estructura.
Porque voy entendiendo, también, que ser responsable no sólo de lo que pienso o hago, sino principalmente de lo que siento, es darme valor. Y me doy valor cuando me integro. Cuando me observo, cuando me reconozco y todo el tiempo me doy lugar a sentir. A sentir, por ejemplo: fragilidad, debilidad, vulnerabilidad. Pero, por sobre todas las cosas, me doy el valor de reconocer que ser valiente significa estar amándome.
Porque más valiente es el corazón que se anima a decir que tiene miedo, que aquel que no se abre nunca.
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